60 pulsaciones

Desde que te conozco no gozo de un buen sueño, ni descanso como es debido. Llevo millones de noches con los ojos abiertos como platos y con la lámpara encendida (sí, la de la bombilla roja), dando vueltas y más vueltas en un colchón de noventa. Tomé pastillas y fumé para conciliar el sueño y acudir a la llamada de Morfeo, pero Morfeo estaba demasiado ocupado para recibirme en su mundo. Me daba igual qué soñara, incluso me bastaba con una pesadilla. Dios santo, yo sólo quería dormir. Ni yendo de fiesta dos noches seguidas era capaz de echar la siesta. Pero, ya sé cuál es el problema. Sólo puedo dormir en tus brazos, arrollada por ese olor tan indescriptible y apoyada en tu pecho, con la mejor nana del mundo: los latidos de tu corazón. Así que, ya sabes. Te espero esta noche, en mi cama (creo que no ronco).

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