Respirando oxígeno nuevo y encharcados de amor

Un lazo de seguridad unía sus mejillas. Y cuanto más unidos y cerca se hallaban el uno del otro, más se querían. Y más calor tenían. Sudaban amor por los poros de su piel y respiraban alientos de segunda mano. Pero era todo compartido, eran dos en uno. Cuando ella adelantaba el pie izquierdo inmediatamente él afianzaba el derecho para poder avanzar un paso, y así hasta llegar al Himalaya. Querían viajar hasta esa gran cima para ya no tener más calor y poder seguir viviendo juntos. Al llegar, en pleno enero, se produjo el más rápido de los deshielos, y al darse cuenta de que esa temperatura que emanaban al estar juntos era inevitable e irremediable (y no querían separarse) tomaron la decisión de desplazarse cada poco tiempo a distintos lugares del mundo, con una única característica: gélidos. Y así, cuando en los telediarios y periódicos hablan de glaciares destruidos o de Polos inundados, son ellos que avanzan, uno cada pie, por el mundo, respirando oxígeno nuevo y encharcados de amor. Porque el calentamiento global no existe, sólo son dos seres tan apegados el otro que desprenden más calor que el sol en agosto ( y luchan por sobrevivir).

3 comentarios:

Cassiël dijo...

Venía aquí con intención de dejarte un comentario interesante, pero qué decir; tu historia me ha dejado sin palabras que regalarte (aún así espero merecerme ese suspiro)


(trescientosocho
latidos)

Miqui Brightside dijo...

guau, menuda historia, es genial

Anónimo dijo...

Si Al Gore estuviera muerto, sin duda alguna se ratorcería en su tumba.