Palabras.

Que si "somos jóvenes aún", que si "no estoy preparada" o "tengo mucho por vivir". Ella siempre con excusas. Ella siempre con palabras, con barreras de fieltro que nunca consigues atravesar y te dejan la piel rugosa. Palabras, palabras que deniegan y aplazan. Y yo, resignado ante eso, palabras, elementos etéreos que ni puedo palpar, y que sin embargo al salir de su boca me subordinan al último peldaño de una jerarquía inexistente. Sonrío y concedo, me arrodillo ante aquello que me censura. Lo que nos censura a los dos. ¿Qué cree ella? Está condenada a ser alguien más en una sociedad que no la reconocerá dentro de un siglo siglo (a excepción de su nombre grabado en mármol), pero sigue soñando en triunfar con sus artículos y crónicas revolucionarias, con, de nuevo, palabras. Es como un pajarillo al salir de su jaula, revolotea eufórico pero siempre en círculos, sabiendo que volverá a su redil y condena. Los primeros surcos atraviesan su piel, surcos de cansancio y de malos recuerdos que se empeña en no olvidar, pero ella dice eso de que somos jóvenes. Joven es quien no conoce la vida, quien descubre cosas nuevas a cada paso que da, pero ella conoce más de un mundo, conoce la sociedad en la que vive y conoce su  propio mundo (aunque yo creo que en realidad ha perdido el sentido de la orientación en sí misma). Yo, qué os voy a decir, en este sentido soy muy anciano, porque conozco la vida, me conozco a mí mismo, y sé las consecuencias de mis actos. Pero hay algo en lo que ella acierta, ya que en cierto modo, también soy joven si seguimos estas pautas. Desconozco el mundo más importante para mí, y en torno al que yo, como un astro, giro. Ella. El universo que me alimenta y me deslumbra, siempre escapando y rehuyéndome. Y juntos formamos eclipses, que, como todos sabemos, se dan muy pocas veces, y es en esos encuentros cuando nos alineamos y ella cede en sus intentos de imponerse, es entonces cuando me inserto en sus pensamientos y profundidades, cuando viajo como un turista ávido de monumentos, porque ella es arte. Estos momentos me dejan con sabor ácido y en seguida vuelve a su posición férrea.
Tiene mucho por vivir, sí, pero quiero ser yo quien le muestre la vida, y quiero ser yo quien arranque las carcajadas de esos labios sellados y siempre serios. Sólo aspiro a que un día se de cuenta de que la vida es algo más que montañas de palabras y folios escritos, sólo deseo que derrumbe sus propias barreras, que escape y que me encuentre, que me deje pasar para quedarme, y que sea yo, quien en un futuro, escriba palabras, sí,  pero de amor.

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